domingo, 1 de diciembre de 2013

Te esperaré. Capítulo 10

Despertó a la mañana siguiente con los rayos de sol que se colaron por la ventana del salón. Se restregó los ojos e intentó recordar porqué estaba en el sofá. Casi de inmediato, todos los recuerdos vividos por la noche regresarón a su mente y la obligarón a volver a echarse y ponerse la mano en la frente. Demasiado caliente. Tenía fiebre. Estaba bastante mareada y le dolía la cabeza. Miró a su alrededor, y aunque todo le daba vueltas consiguió descubrir que su madre aún no se había levantado. Se levantó a duras penas y agarrándose a todos lados, subió lentamente las escaleras hacia el cuarto de su madre. La encontró tumbada en la cama, con los ojos fijos en el techo.
-¿Mamá?-consiguió articular Savannah.
Anne se incorporó.
-Hola cielo. ¿Has dormido bien? Supongo que no, te pasaste toda la noche gritando, dando patadas, llorando... ¿Qué paso anoche? ¿Qué tal con Jonh? ¿Pero qué te pasa? Tienes muy mala cara. ¿Estás enferma?
A Savannah todas esas preguntas se le juntaron en la mente y no le dejaban concentrarse. Se sentó en la cama y dijo:
-Creo que tengo fiebre.
Inmediátamente, Anne fue al baño a por un térmometro, se lo colocó y tras un rato contestó:
-38ºC y medio.
Su hija suspiró.
-¿Quieres una manzanilla o algo?
-No, estoy bien.
-Túmbate.
Savannah se metió en la cama.
-Vamos a esperar y si te pones peor, esta tarde te llevamos al médico.
La chica se incorporó un poco.
-¿Y qué es lo que decía anoche?
-No sé, decías algo cómo: "¡No, suéltame, déjame en paz, ¿que te he hecho yo? Pensé que me querías!" jajajaja. Cosas sin sentido.
Pero para Savannah tenían mucho sentido. Inmediátamente recordó lo que había soñado.
-¿Y qué tal la fiesta?
-Eh... bien.
-¿Y qué tal el karaoke?
-Bien
-¿Y?
-...
-¿Participaste?
-Participé.
-¡Sí, genial! Te dije que lo harías muy bien.
-Un momento. ¿Quién te ha dicho a ti que hubo karaoke?
-Jonh.
¿Qué? Savannah se sintió en un hoyo sin salida.
-¿Cómo que Jonh?
-Sí, cúando regresé de charlar con Samuel, él estaba en la puerta. Parecía inquieto, dándo vueltas... Me dijo que te dijera que lo sentía mucho, que cantaste genial y que te quiere.


                                                                     

                                      ♥

 Pasó el resto de la mañana en la cama, con su madre cuidándola y el mundo dándole vueltas. Pero no sólo por encontrarse enferma, sino por todo. Necesitaba aclarar sus ideas, pensar en Jonh, en Ben... A ver, Jonh se había enfadado en la fiesta, había dejado por un momento de ser el chico perfecto, pero ¿qué? Sólo fue un segundo, y me pidió perdón. Pero, todas ésas pesadillas que tenía... querían decirle algo. Y Ben... Ben. Lo seguía amando, de eso estaba segura. Le echaba de menos pero ¿a quién amaba más? Estaba realmente perdida. Y vomitó, por fin.

Tras este síntoma, su madre la llevó a urgencias.  En la sala de espera había unas veinte personas más y el rato se le hizo eterno. ¿Para qué? Pues para nada. El doctor le dijo recetó un jarabe sin saber explicar que tenía, aunque barajeando varias hipótesis. Reposo y se seguía igual o peor, que volviera.

Al salir de urgencias recibió un mensaje:

Savannah, perdóname. Te quiero más que a mi vida. ¿Podemos quedar mañana a las cinco en la cafetería? De nuevo, te amo.  

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sábado, 16 de noviembre de 2013

Te esperaré. Capítulo 9

Aquella noche, Savannah no consiguió conciliar bien el sueño. Las palabras de Vanessa retumbaban en su cabeza cada vez que cerraba los ojos. "Solo puedo decirte que tiene un lado oscuro..." ¿Un lado oscuro? ¿Y qué? En fin, todo el mundo lo tiene. Seguro que es una tontería, pensaba. Pero estos pensamientos no eran suficientes para tranquilizarla y no pudo dormir en toda la noche.

Su despertador sonó a las nueve de la mañana muy a su pesar. Lo apagó de mala gana y se pasó una mano por la sudada frente. Realmente, aquella noche no había podido conciliar el sueño y había tenido horrible pesadillas con respecto a Jonh.
Cuando acabó de ducharse, se puso un conjunto sencillo y bajó a desayunar. Su madre la esperaba leyendo sentada frente al ordenador.
-¿Qué haces?-le preguntó Savannah.
-Estoy releyendo mi libro. Otra vez. El sábado que vienen lo publican y estoy muy nerviosa.
-¿Y qué pretendes hacer leyéndolo mil veces seguidas? Aunque encuentres algún error, ya es tarde.
-Sí, supongo...-dijo su madre cerrando el ordenador.
Savannah levantó las cejas en tono extraño y acudió a la cocina. En vez de su habitual leche con cacao, se hizo una tila.
-¿Qué haces con una tila?-preguntó Anne.
Su hija lo soltó de golpe:
-Jonh me ha invitado a una fiesta en la playa esta noche.
En vez de agobiarla a preguntas, como Savannah había pensado que haría, solo dijo:
-Y estás nerviosa.
-No, es sólo que... no he dormido bien.
-¿Y qué vais a hacer?
-Pues lo que se suele hacer en una fiesta en la playa, supongo.
-¿Habrá karaoke?
-Espero que no. Y mucho menos, espero que vengas y te apuntes al karaoke.
-Jajaja no, tranquila. Pero participa tú. Se te da bien.
-No voy a participar. ¿Estás loca? Además, ni siquiera sabemos si lo habrá.
-En cualquier caso... ¿qué te vas a poner?
Savannah paró en seco.
-Pues... no sé. No lo había pensado.
A Anne se le pasó una sonrisa radiante por la tarde:
-Tarde de chicas, entonces. Vamos a tu cuarto, a ver que te pones.
-Chachi...
Cuando acabó de desayunar, madre e hija subieron a su habitación.

-No tengo nada-se quejó Savannah abriendo e inspeccionando el armario.
-Pues vamos de compras.

Se pasaron la mañana comprando vestidos y conjuntos bonitos. Comieron por ahí y ocuparon la tarde en más tiendas.

Llegaron exhaustas a casa y tras descansar un poco, Savannah fue a elegir vestido.
Cuando bajó, quince minutos después, apareció con un vestido blanco hasta las rodillas y con una cinta del mismo color alrededor de la frente. No se había maquillado mucho y llevaba su pelo liso.
Anne sonrió y simplemente dijo:
-Estás preciosa.


                                                       

                         ♥




A las nueve y algo, Savannah ya estaba lista y no dejaba de recorrer el salón inquieta mirando el reloj. ¿Y si se arrepiente? ¿Y si no viene?, pensaba.
-Tranquila-decía su madre-vendrá.
Justo al marcar las nueve y media el reloj, el timbre sonó. Ambas mujeres sonrieron y con un suspiro, Savannah se apresuró a abrir la puerta.
Allí estaba Jonh, simplemente con unos vaqueros claros y una camisa blanca, aunque a ella le pareció encontrarse enfrente de un ángel.
-Hola-dijo él-estás preciosa.
-Gracias.
Su madre se acercaba a su espalda. Mierda, pensó Savannah.
-Jonh, ésta es mi madre Anne. Aunque ya la conoces, claro.
-Encantado, señora-dijo Jonh tendiéndole la mano educádamente.
-Llámame Anne-respondió ella devolviéndole el saludo-señora suena a vieja.
Mierda, pensó de nuevo Savannah, la frase que debería haber evitado. Bueno, aún así, parecía que se habían caído bien.
-Eh, nos vamos-dijo Savannah saliendo de casa.
-Tened cuidado, y no llegues muy tarde.
Tarde, los chicos ya se habían marchado.

Un hermoso coche rojo descapotable les esperaba en la puerta. Savannah quedó prácticamente con la boca abierta. Por un momento se preguntó si su coche sería alguna cercano, pero se percató que no había  ninguno más cerca.
-¿Es... este tu coche?-acertó a decir.
-Sí-respondió Jonh mientras se acercaba a él-¿te gusta?
Ella le respondió con otra pregunta:
-¿Es que eres rico?
-Jajaja, podría decirse. Mi padre trabaja en una empresa muy importante de EE.UU., aunque no sé muy bien qué es lo que hace...
Después abrió la puerta del asiento del copiloto y le hizo una seña a Savannah para que entrara.
Ésta lo hizo y Jonh cerró la puerta. Él se sentó al volante y empezó a conducir el vehículo.
Mientras pasaban velozmente por las calles de la ciudad, Savannah se percató de que había aún mucha luz para ser casi las diez de la noche. Aunque después comprendió: farolas, luces de neón con publicidad y cientos de letreros aparecían en cualquier rincón.
-¿Cae muy lejos la playa de aquí?-preguntó a su acompañante.
-No, a unos diez minutos en coche.
Silencio.
-¿Quién irá a la fiesta?
-Pues bastante gente, la verdad. No sólo amigos míos sino más gente de mi instituto y eso. Así conoces a más gente.
-Genial...
En esto, al chico le sonó el teléfono móvil.
-Diga, ¿quién es?
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-Sí, danos un minuto. Ya llegamos.
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-Venga, hasta ahora.
Colgó.
-¿Quién es?
-Un amigo. Se llama Oliver. Te caerá bien, ya verás. Quería saber cuándo llegábamos.
En pocos minutos llegaron a la playa. El mar estaba oscuro y misterioso, pero unas grandes luces y música muy alta se apreciaban desde la arena.
Aparcaron el coche en un aparcamiento cercano y bajaron.
-Hola a todos-saludó Jonh.
Un grupo de gente se giró y se acercó a ellos.
-Hola Jonh-empezó a saludar todo el mundo.
-Hola chicos. Quiero presentaros a Savannah. Es una amiga que conocí el otro día.
-No necesitamos más presentaciones. No paras de hablar de ella-dijo uno de los chicos.
-Cállate Oliver-replicó Jonh mientras se ponía rojo.
Oliver, pensó Savannah.
-Hola Savannah-la saludó todo el mundo y se presentaron.
-Hola, encantada.
Tras esto, todos se reunieron en un grupo y comenzaron a charlar y a beber algo. Savannah fue con ellos y simpatizó con la mayoría, aunque la mayor parte del tiempo permanecía callada y sin nada que comentar.
Había un escenario no muy lejos de ellos. Mierda, pues sí que hay karaoke,  pensaba.
Las olas rompiendo contra la orilla y la decoración conferían un ambiente de ensueño. A Savannah le encantó.
Se puso a hablar con algunas de las amigas de Jonh y todas le comentaron lo bonito que era su vestido a lo que ella agradecía una y otra vez. Se cayeron bastante bien.
Pasado un tiempo, un chico de color con gafas de sol y sombrero negro se subió al escenario con un micrófono y anunció:
-¿Qué tal lo pasáis, chicos?
-Éste es Mike, le encantan los escenarios-le susurró Jonh a Savannah en el oído.
Mike prosiguió:
-Ya tengo la lista con la gente que va a participar en el karaoke. ¿Tenéis ganas?
-SÍIIIIIII-gritó la multitud.
-¡Empezamos!-y Mike se fue.
A continuación, unas diez personas se pusieron a cantar temas fiesteros. La mayoría cantaba fatal y sólo lo hacían para divertirse.
-Qué mal lo hacen todos.-se quejó Jonh.
-No lo hacen tal mal-respondió Savannah.
-¿Por qué no subes tú?
-¿Yo? ¿Estás loco? No, no no. Me moriría de vergüenza.-se hubiera defendido diciendo que  no sabía mal, pero sabía que no era verdad.
-Venga, vamos...
-No, no voy a subir.
-De acuerdo... Voy a por ponche.
Cuando Jonh llegó, Mike subió de nuevo al escenario y dijo:
-¡Esto no ha terminado, chicos! Ahora tenemos a una chica muy especial que cantará para nosotros. Damas y señores, un fuerte abrazo para... ¡Savannah! Al oír eso, Savannah enmudeció. Miró a Jonh que sonreía pícaramente. Le había apuntado sin consultárselo. Todos la miraban y ella no tuvo más remedio que dirigirse al escenario mientras miraba con mirada asesina y Jonh y murmuraba: "Te mato".
Al subir al escenario, Mike le dio el micro y le deseó suerte. Se puso en el centro del escenario, sujetando el micrófono cómo si la vida dependiera de ello. Un foco la alumbraba. Siempre había tenido miedo escénico y por eso tantas veces se había retenido a mostrar su preciosa voz. Pero esa vez, sabía que no podía  bajar cómo una cobarde y decir que no. Empezó a cantar. Cantó una canción de P!nk y a medida que la canción despegaba se le iba la vergüenza e iba a su rollo. Estaba disfrutando. Se lo pasaba bien. Se sentía la reina de la fiesta. La gente empezó a bailar divertidos y a cantar con ella.
Cuando acabó, todos la aplaudieron energéticamente y lo agradeció mil y una de veces. Después, Mike subió al escenario y la despidió con un "¡Guau! Increíble. Un fuerte aplauso"
Todo el mundo, al bajar, empezó a felicitarla y cuando llegó a Jonh le dijo:
-Eres horrible.
-¿Qué dices? Lo has hecho genial.
 Entonces, una chica pelirroja, con pecas subió al escenario. Vanessa.
Savannah la reconoció rápido. Ella se puso a cantar una canción de amor, de Taylor Swift pero que Savannah no consiguió reconocer. Vanessa cantaba realmente bien.
-¿Quieres bailar?
Savannah miró a quién hablaba a su lado. Era Jonh que le tendía una mano.
Ella sonrió.
-Vale-y agarró su mano.
Él la arrastró hasta el centro y se pusieron a bailar. Sus manos se juntaron, sus cuerpos se tocaron. Savannah sentía como su piel se excitaba, no de manera sexual sino sensible y preciosa.
Sobre la mitad de la canción, ella ya se sentía más que cómoda entre sus brazos y lo miró a los ojos. Él la estaba mirando con sus ojos azules y sobrecogedores. Entonces Savannah se apoyó en su pecho mientras seguían moviéndose al ritmo de la canción.
Debía admitirlo, había quedado totalmente enamorada de Jonh. Todo en él le encantaba y tenía que reconocerlo. Estaba profundamente enamorada de él.
Volvió a mirarle a los ojos y entonces no pudo aguantar más y... le besó. Sus labios se juntaron y la textura de su boca le hizo sentirse en el cielo. Él continuó con el beso y Savannah sintió que el mundo a su alrededor desaparecía. Cuando se separaron, él le dijo:
-Bailas muy bien.
Y ella simplemente le dirigió una preciosa sonrisa. Entonces, Vanessa terminó de cantar y todos dejaron de bailar. Todo el público empezó a aplaudir y Savannah se unió al corro de aplausos.
-Gracias-dijo Vanessa sonriendo. Entonces, ella bajó del escenario y con el fin de ir a buscarla le dijo a Jonh:
-Voy a por un poco de ponche.
Después, fue a un lado del escenario a encontrarse con su amiga. Ella estaba agradeciendo a unos muchachos que le felicitaban por su actuación.
-Vanessa-la llamó.
Ella giró la cabeza y despidiéndose de la gente, se acercó a Savannah.
-Hola ¿qué tal?-la saludó ella.
-¡Hola! ¿Qué haces aquí?-le pregunta Savannah mientras se dan un abrazo.
-He venido con unos amigos. Tú... has venido con Jonh ¿no?
-Eh... sí.
-Os he visto bailando. Parecíais felices.
-Cuando estoy con él, realmente lo soy.
-Sí, a mi me hacía sentir igual.
Silencio.
-Oye, que se me olvida. ¡Cantas genial!
-Gracias. Tú también.
-¿Te dedicas a ello profesionalmente?
-No mucho. Bueno, en mi tiempo libre a veces actúo en cafés de la zona, pero poca cosa. Llevo seis años tomando clases de canto. ¿Y tú?
-Qué va, me da pánico.
-Pues se te da muy bien jajaja.
En ese momento, se escucha un golpe y un grito.
Cuando Savannah y Vanessa se giraron para ver de dónde procedía tal alboroto, ambas vieron a Jonh empujando a un muchacho una cabeza más bajo y tirándole al suelo debido a su brusquedad.
Savannah corrió hacia él y ayudó a subir al chico.
-¿Estás bien?-le preguntó, asustada.
El chico cogió algo de aire y respondió:
-Sí, estoy bien.
Después, Savannah se dirigió a Jonh:
-¿Se puede saber que narices ha pasado?
-Este imbécil no mira por dónde va y me ha manchado toda la camisa con el ponche.
La chica miró su camisa, y en efecto, se la había manchado.
-¡Ha sido un accidente!-se defendió el chico.
-Gradúate las gafas-le espetó Jonh.
-No, tendré que comprarme otras, me las has roto-respondió el muchacho reparando en sus rotas gafas.
-Uy, cuánto lo siento.
En ese momento, el chico que había caído se abalanzó sobre Jonh, pero Savannah consiguió pararlo.
-¿Qué pasa? ¿Te crees muy fuerte?-Jonh se acercó a él.
-¡Ya vale!-gritó Savannah, separándolos.
Para entonces, una enorme multitud estaba rodeándolos.
Ambos chicos se apartaron. Savannah suspiró, algo mareada.
-Por favor, Jonh, llévame a casa.

Veinte minutos más tarde, el coche se encontraba enfrente de casa de Savannah.
-Oye, siento mucho lo que ha pasado.-se disculpó Jonh.
-¿Hacía falta que te pusieras así, sólo por una mancha?-preguntó enojada la chica sin mirarlo a la cara.
Jonh suspiró.
-No, supongo que no. Me he comportado como un estúpido.
-Me voy. Buenas noches.
Jonh se acercó a ella para besarla, pero Savannah se apartó y salió del coche.
-Que sepas que me ha gustado estar hoy contigo-dijo el muchacho mientras arrancaba de nuevo el descapotable.
Savannah se giró y susurró:
-Yo también.-pero su acompañante ya se había ido.

Cuando llegó a casa, encontró una nota sobre la mesa:
Cariño:
He salido a dar una vuelta con Samuel. No tardaré.
Un beso.
Genial, sola en casa. Últimamente, su madre salía mucho con Samuel escusándose con un: "Sólo es para hablar del libro". 
Savannah miró el reloj: las doce.
Estaba cansada.
Se quitó los tacones, el vestido, se puso el pijama y se tiró en el sofá del salón, no queriendo dormir sola en su cuarto.
Le asaltaron millones de dudas.
¿A qué se debía ese mal comportamiento de Jonh? Se ha pasado demasiado con ese chico. ¿Sería ese "lado oscuro" que Vanessa le advirtió? ¿Debería hacerle caso? Y lo que era peor. ¿Qué había del beso? ¿Estaba tan enamorada de Jonh cómo pensaba? ¿Había hecho bien al besarlo? ¿Y qué pensaba con Ben? Ben, Ben... Le quería más que a su vida, pero todo lo que había pasado esa noche con Jonh...
Enseguida, se quedó dormida.

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viernes, 4 de octubre de 2013

Te esperaré. Capítulo 8

Savannah llegó a casa y le contó a su madre el percance acabado en una posible amistad en la biblioteca. Cuando le comunicó que había decidido hacerse profesora particular de una desconocida, ella temió que su madre se negara como solía hacer, pero fue sorprendida con un:
-¡Qué bien cariño! ¡Es genial! Haces una buena labor. Eres fantástica, mi amor.
-Gracias-respondió una sorprendida Savannah.
-¡Ah, y yo también tengo algo que contarte!
-Tú dirás.
Anne sonrió.
-¡En una semana publican el libro! Acaba de llamar el hombre con el que estuvimos ayer y...
Su hija exalo una exclamación.
-¿De verdad? ¡Es genial! ¿No estás contenta?
-¿Contenta? Dios mío, me siento como una niña con zapatos nuevos. Como tirarte a la piscina helada en invierno, como besar a alguien por primera vez, como...
-Vale, mamá, vale, lo pillo-rió la muchacha divertida.
Ésta no pudo reprimir una pregunta de la que llevaba mucho tiempo queriendo saber UNA determinada respuesta.
Titubeó antes de hacerla:
-Mamá...
-Dime, cielo-dijo mientras se disponía a hacer servir la comida.
-Umm... ¿eso quiere decir que volveremos? A casa, quiero decir...
Tras soltarlo, se quitó un gran peso de encima.
Cruzó los dedos tras la espalda mientras esperaba la respuesta de su madre...
Ella paró en seco de hacer sus tareas.
-Eh, cariño, sé que quieres volver, pero necesito quedarme un tiempo más. No será mucho. Esperar a que publiquen el libro y ver si se vende bien. Ya sabes...
La mujer tuvo que ver la cara de decepción de su hija porque se acerco a ella y dijo mientras la abrazaba:
-Sé que quieres volver. Pero de verdad, mi amor, sólo serán unas semanas. Déjame ver cómo evoluciona todo esto... Además, este sitio está genial.
Savannah suspiró.
-Claro-dijo sonriendo-claro, esperaré un poco más. Total, este ha sido siempre tu sueño.
-Gracias. Venga, vamos a comer.
-Eh... voy un momento a mi cuarto a quitarme los zapatos...
-De acuerdo.
Savannah subió a su habitación y se tendió a llorar en su cama. Dejó que sus lágrimas cayeran por su rostro mientras pensaba en Ben. Se había hecho a la idea de que en cuánto comunicaran a su madre que publicarían el libro, podrían marcharse. Y no fue así. Tendría que esperar más semanas, quizás meses, quizás tendría que matricularse en un instituto en septiembre. Empezar allí la universidad. Más tiempo sufriendo. Sin verle. A él.

El día transcurrió tranquilo. Savannah se quedó leyendo el libro que había cogido por la mañana y pensando en sus clases de mañana. Y en Ben.

                                                      

Como prometió a Vanessa, al día siguiente acudió a la biblioteca a primera hora dejando a su madre acudir a una cita con el editor de su libro para hablar de ello.
Cuando llegó, Vanessa ya se encontraba allí. Estaba sentada en una mesa al fondo de una de las salas, ojeando distraídamente una revista. Llevaba unos vaqueros y una camiseta de manga francesa en color crema y su pelo liso y pelirrojo. Nada más verla, Savannah envidió sus pecas de nuevo. Se sentó enfrente de ella.
-Hola, Vanessa. Ya estoy aquí.
-¡Ah, hola! No te he visto entrar. Ah, bonita camiseta-dijo la joven mirando la camiseta que Savannah había descambiado en el centro comercial.
-Gracias.
-Dime ¿por dónde empezamos?
-Bueno, ¿qué te parece que empecemos ya, con lo básico?
-Umm, por mi bien. Mira, he traído el libro de texto del instituto.
-Genial. Oye, ¿en qué curso estás?
-Primero de bachiller.
-¿Entonces tienes 17...?
-16. ¿Y tú?
-17.
-Umm...
-Bueno, empecemos... déjame el libro.

Así pasaron el resto de la mañana. Savannah realmente se sentía como una auténtica profesora. Explicar las lecciones a Vanessa era sencillo y divertido. De vez en cuándo alguna saltaba con alguna gracia y ambas estallaban en risas, hasta la bibliotecaria tuvo que llamarlas la atención alguna vez. Ambas congeníaban a la perfección y, por fin, Savannah sentía que tenía una nueva amiga.

En una de estas explicaciones, a Savannah le pitó el móvil en señal de SMS. Pensando que sería su madre, que ya habría llegado a casa, se sorprendió viendo que era de Jonh. Leyó:
Hola princesa.
¿Qué te parecería quedar mañana por la noche en la playa a las 10? Unos amigos y yo hemos quedado para ir a una pequeña fiesta. ¿Te apuntas? Espero tu respuesta.
-¿Quién es?
-Eh, nadie-dijo Savannah guardando el teléfono-es un chico que conocí el otro día.
-Uy ¿y cómo se llama?
-Jonh. 
Repentinamente, a Vanessa se le quedó la cara blanca.
-¿Qué te pasa?-le preguntó su amiga.
-¿Jonh? ¿Jonh Adams?
-Pues... no sé cómo se apellida. No me lo digo-se excusó extrañada.
-¿Alto? ¿Moreno? ¿De ojos azules y tez pálida? ¿Trabaja en Rock's God?
-Eh, pues sí.
Vanessa quiso abrir la boca para decir algo, pero se calló.
-¿Qué pasa, Vanessa?
Finalmente, ésta dijo:
-Jonh es mi ex.
Savannah se sorprendió.
-Anda. Que casualidad. ¿Y cúal es el problema?
Ella no dijo nada. De repente, Savannah creyó comprender.
-Oh, ¿no quieres que salga con él? Tranquila, es sólo un amigo. Si quieres dejar de pasar rato con él, sólo...
-No, no, no es eso. Es solo que...
-Habla.
-Desde pequeños, pasábamos el rato en el mismo grupo de amigos. Él siempre pasaba más tiempo conmigo que con lo demás, me decía cosas bonitas, me hacía sentir especial. A mí me enamoró. Y acabamos saliendo juntos hace un par de años. Al principio todo fue bien, pero, al final, descubrí que no es tan bueno como parece... Y rompimos.
-¿A qué te refieres con eso?-dijo una sorprendida y confusa Savannah.
Vanessa, no muy segura, susurró:
-Sólo puedo decirte que tiene un lado oscuro...

Terminaron la lección a las dos y ambas se fueron a casa, quedando en ir lunes, miércoles y viernes a casa de Savannah para las clases. Tras apuntarle su dirección, se despidieron.

Cuando Savannah llegó a casa, se tiró confusa en el sofá pensando en la extrañeza de todo lo que le había dicho su amiga respecto a Jonh.. Podía ser mentira, pero dudaba de que la chica mintiera. Parecía tan dulce su amigo Jonh... ¿Y si Vanessa decía la verdad?
Entonces, Anne llegó.
-Hola, cariño. ¿Qué tal las clases?
-Bien, bien... ¿Y tú dónde andas?
-Con Samuel hablando del libro, que en unos días estará en las tiendas.
-Me alegro mucho.
-¿Quieres cenar?
-Eh, no, no tengo mucha hambre. Me voy a echsubió lasar la siesta...
-Muy bien, cómo quieras, mi amor.
Savannah se arrastró escaleras arriba hacia su habitación mientras mandaba un SMS a Jonh:
Bien, acepto, Jonh. Mañana ven a recogerme a las 9 y media. Un beso.
Tras esto, le escribió la dirección de su casa y le dio a ENVIAR.

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viernes, 13 de septiembre de 2013

Te esperaré. Capítulo 7

Mientras, en un hospital de Carolina del Norte...

Hola, cariño.
Siento mucho no haber mandado un e-mail hasta ahora, pero he tenido poco tiempo y además estoy muy cansada.
Esto es enorme, tiene cientos de parques, tiendas, cines y museos. La gente es muy maja y el cielo siempre luce azul. Pero, sin duda, preferiría mil veces estar en mi pequeño pueblo junto al amor de mi vida, que eres tú.
¡Ah, mamá consiguió que le publicaran el libro y lo harán pronto! Confío en que lo compres, jejeje.
De verdad, te echo tanto de menos... No hay día, ni hora ni minuto que no esté pensando en ti. En las palabras que compartimos, en las caricias, en los abrazos y los besos que nos dimos. En todo.
Espero volver pronto y reencontrarme contigo. Y, tranquilo, que aquí no hay nadie más guapo o más especial que tú, jejeje. 
Un besazo, Savannah.

Ben terminó de leer el mensaje y pinchó sobre Mensaje nuevo:

Hola, mi amor.
No te preocupes por no haberme contestado, entiendo que estás acostumbrándote a ese estilo de vida. 
Ya veo que aquella ciudad es grande y preciosa, me alegro de que te guste tanto. Y sí, yo también deseo con todas mis ganas que podamos volver de nuevo a vernos.
Dile a tu madre que me alegro un montón por la noticia sobre su libro. ¡Se lo merece sin ninguna duda! Y, por supuesto, que seré el primero en comprarlo.
Savannah, no sabes lo que te añoro. Más que tú a mí. Cariño, tu eres mi vida y no te cambiaría por nada en el mundo. Ha resultado duro dejarte, pero tienes que hacer tu vida y ayudar a Anne.
Vuelve pronto. 
Un beso, Ben.

Cuando terminó de mandar el e-mail, Ben cerró el ordenador suspirando pesadamente. Le habían dejado subir a la biblioteca del hospital de Carolina del Norte para conectarse a Internet y se encontraba solo en la sala en ese momento. Un olor a viejo se extendía por el pequeño edificio y cientos de libros con títulos como Cómo combatir el sobrepeso o La mejor manera de llevar el cáncer poblaban librerías. 
Ben se levantó del asiento y salió de la biblioteca, cerrando la puerta tras él. El escenario que se presentaba delante de él ya no le sorprendía: gente en silla de ruedas de un lado a otro, médicos llevando montones de papeles, niños sin pelo llorando...
Ben se preguntó dónde había empezado todo aquello: a mediados de mayo le habían comunicado que sufría cáncer de hígado. Junto a sus padres, fue corriendo al hospital y le comunicaron tristemente que el tumor estaba muy desarrollado: había afectado gravemente a varios órganos.
-Dóctor, dígame cuánto me queda. Por favor, no sienta lástima de mí.
-Pero Ben...
-Tengo dieciocho años. Soy mayorcito para enfrentarme a la realidad.
-Mira, querido, eso depende. No estamos para nada seguros de cuánto tiempo...
-¡Dígame cuánto puto tiempo me queda!-había estallado Ben con las lágrimas amenazando en sus ojos-¿Días? ¿Semanas?¿Meses?
-Sí sí, por supuesto.
-¿Años?
Silencio.
Un silencio que habló por sí solo.

Consiguió volver a casa unas semanas. Él necesitaba quedarse en casa para asimilar la cruda noticia y, sobretodo, para comunicárselo a Savannah. Cuando ella le había dicho que se iba, le quedó claro que era mejora sí. No iba a contárselo, eso significaría que su novia no iría a San Francisco con su Anne. Y no podía permitir ahogar así el futuro de su madre.

Cuando llegó a la habitación, su compañero de su misma edad llegaba entonces de una nueva sesión de quimioterapia. 
-¿Qué, tío, cómo ha ido?-le preguntó Ben.
-¿En serio me lo preguntas?-se quejó el muchacho.
-Tienes razón. Esto es una mierda. Para qué te lo pregunto...-dijo Ben mirando por la ventana, donde el sol ya se ocultaba por el horizonte. Aunque, más que el sol, él sólo veía el rostro de Savannah.

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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Te esperaré. Capítulo 6

Aquella noche Savannah llegó a su casa sonriendo. Realmente, lo había pasado bien con ese chico. Después de estar en el bar habían dado un paseo por los alrededores del centro comercial y había apreciado que Jonh era un chico simpático y encantador. Y muy mono. A pesar de todo esto, seguía algo abrumada con la respuesta que él le había dado cuándo le comentó que le parecía mucha casualidad haberse encontrado en la tienda. "No es casualidad...", le había dicho él. Una extraña y muy confusa respuesta.

-¿Qué te ha pasado, que vienes tan contenta?-la interrumpió su madre, que se acercaba portando una de las cajas de la mudanza.
Savannah la sonrió y dijo:
-He estado toda la tarde con el camarero que nos atendió en el bar de esta mañana.
Anne pareció impresionada.
-¿Con Jonh?-preguntó intrigada.
A Savannah le pareció increíble cómo su madre podía acordarse del nombre del muchacho.
Asintió.
-Bueno, ven, la cena está lista. Cuéntamelo mientras cenamos.
-Tampoco hay mucho que contar-dijo ella mientras se sentaba a la mesa.
-Bueno, pues lo poco que sea-insistió su madre-Échate un poco de pasta.
Savannah la hizo caso.
-Simplemente me encontró en un bar al que entré a tomarme algo después de descambiar el pantalón. Y estuvimos hablando un rato, pero claro, no mucho porque ¡no nos conocemos de nada!
-¿Y qué te dijo? Anda, tú eres la chica del bar de esta mañana con su voz encantadora.
-Jajaja, sí. Y se acordaba de mi nombre.
-Ha, eso es una señal.
-¡Ya vale, mamá!-se rió ella.
-Vale vale, pero bueno, continúa.
-Pues nada, estuvimos dando un paseo por el parque que hay detrás del centro comercial y... ya está.
-Umm...
-¿Has terminado?
-¿De qué?
-¿De hacer preguntas estúpidas?
-Sí sí.
¿Y tú?
-¿De qué?
-De cenar.
-Eh, sí, no quiero más.
-Oye, ¿y por qué has descambiado el pantalón?
-¡Ah, pues por una camiseta preciosa...!

 Después de cenar estuvo un rato viendo la tele con su madre y, tras ponerse el pijama y lavarse los dientes, decidió irse a la cama. Pero antes de meterse en su lecho, vio que tenía un SMS en su móvil.
Hoy lo he pasado genial. 
Espero volver a verte.
Besos, Jonh.
Jonh, pensó Savannah, pero si creo no haberle dado mi teléfono...


                                                                                 


Al día siguiente decidió ir a la biblioteca porque se dio cuenta de que no tenía nada interesante que leer. Así que, tras desayunar y vestirse fue en busca de la biblioteca pública más cercana. Había una no muy lejos, tan solo a unos veinte minutos a pie. No era muy grande, pero Savannah pensó: estamos en San Francisco, en cualquier biblioteca o librería se encuentran todos los libros del mundo. Pero se equivocó. Tras estar buscando y buscando, dio con uno de un autor escocés. Trataba de una bonita historia de amor entre una princesa y un príncipe del bando contrario. Tras coger el libro, fue a buscar un ordenador público con internet.
Desde allí estuvo viendo las últimas noticias desde su cuenta de Facebook, y mandando e-mails a sus amigas más cercanas. Y también a Ben.
Hola, cariño.
Siento mucho no haber mandado un e-mail hasta ahora, pero he tenido poco tiempo y además estoy muy cansada.
Esto es enorme, tiene cientos de parques, tiendas, cines y museos. La gente es muy maja y el cielo siempre luce azul. Pero, sin duda, preferiría mil veces estar en mi pequeño pueblo junto al amor de mi vida, que eres tú.
¡Ah, mamá consiguió que le publicaran el libro y lo harán pronto! Confío en que lo compres, jejeje.
De verdad, te echo tanto de menos... No hay día, ni hora ni minuto que no esté pensando en ti. En las palabras que compartimos, en las caricias, en los abrazos y los besos que nos dimos. En todo.
Espero volver pronto y reencontrarme contigo. Y, tranquilo, que aquí no hay nadie más guapo o más especial que tú, jejeje. 
Un besazo, Savannah.

Tras enviar el mensaje y cerrar el ordenador, Savannah fue a echar atrás la silla para levantarse cuando notó algo contra ella y escuchó un gritito a su espalda. Mierda, había golpeado a alguien con la silla.
Al darse la vuelta vio que había chocado con una chica joven, parecía de su edad, blanca y con su rostro poblado de pecas. Un pelo rojizo con flequillo caía por su espalda. 
-Uy, perdona perdona, no te había visto-se disculpó.
Entonces, se dio cuenta de que a la muchacha se le había caído un libro que llevaba. Cuando se agachó a recogerlo vio que se trataba de un libro sobre lengua española.
-Tranquila, no pasa nada-dijo ella. 
Savannah le tendió el libro.
-Lo siento de veras. ¿Te gusta el español?
-¡Qué va, al contrario! Lo he suspendido. Tengo que recuperar la asignatura en septiembre y estaba buscando libros para practicar.
.Um, pues a mí se me da genial el español. ¡Me han puesto un 9 de media!
-¡Guau, increíble!
-¿Eres de por aquí? No te había visto antes-dijo la chica.
-No, soy de Carolina del Norte, solo he venido a pasar unos meses.
-Ah...
Savannah sintió lástima de ella al ver que se cogía del brazo. Debía haberla hecho mucho daño.
-Oye...-empezó-¿quieres que te de clases de español?
La muchacha pareció sorprendida.
-¿Lo dices en serio?
-Sí, claro.
-Pues no me vendría mal, la verdad-se lo pensó-¿Sabes? Acepto. Tranquila, te pagaré bien.
-¡Qué dices, jajaja! Lo haré gratis.
-¿En serio?
-Claro.
-Guau, pues muchas gracias. Pero ahora tengo que irme. Mis padres me esperan en la puerta.
-¿Quieres que quedemos mañana aquí a la misma ahora y hablamos de ello?
-Por mi bien.
-Pues vale, aquí nos vemos.
Mientras la chica se alejaba, Savannah la oyó decir:
-¡Ah, y me llamo Vanessa!
  
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lunes, 2 de septiembre de 2013

Te esperaré. Capítulo 5

Pasaron el resto de la mañana visitando parques, centros comerciales y tiendas vintages (que a Savannah le privaban). A la hora de comer, a ambas les pareció buena idea buscar un buen restaurante. Tras buscar y buscar por calles repletas de gente, acabaron en uno no muy grande y prácticamente vacío, pero que a Savannah le llamó la atención inmediatamente. El local se llamaba Music's God (El dios de la música) y sus paredes estaban repletas de póster de músicos antiguos o bandas de heavy metal y enormes discos de vinilo firmados de famosos como Bob Dylan, The Beatles o Nirvana. Una de las cosas que más sorprendió notablemente a Savannah fueron las mesas. Eran rojas y en ellas se leían frases como La música es lo que respiro o I <3 Rock & Roll. Las sillas eran grandes y cómodas a juego con las mesas. La barra ocupaba la parte central del local y rodeaba por todos lados una gran columna en el centro. Tan solo había cuatro personas en el restaurante: un hombre en una mesa en una esquina leyendo el periódico, otro señor repleto de tatuajes y cadenas sentado en la barra y bebiendo lo que parecía ron y una pareja acaramelada en una de las mesas frente a una ventana. Inmediátamente después de ver a la pareja de enamorados, Savannah recordó las veces que había pasado así las tardes con Ben. Y quería repetirlas.
Su madre y ella se sentaron a una mesa cerca de otro gran ventanal que daba a la calle y esperó a que el camarero les atendiera. Un hombre joven vestido mayoritariamente de negro se acercó a ellas sosteniendo una libreta. Cuando estuvo junto a ella, Savannah se fijó en lo atractivo que le resultaba. Tenía el pelo negro como el azabache y revuelto a excepción del flequillo que tapaba su frente. Claramente, lo que más atrajo a la chica fueron sus ojos, de un impresionante e intenso azul claro. Pudo ver gracias a una chapa en su traje que se llamaba Jonh.
Éste que no apartaba los ojos de la libreta dijo con una grave pero, a la vez, agradable voz:
-¿Qué quieren tomar?
-Creo que yo tomaré una ensalada mixta de primero-empezó Anne mirando la carta (en la que, cómo no, aparecía la cara de Kurt Cobain)-y un filete de salmón de segundo.
-¿Para beber?
-Pónme una cerveza.
Savannah se extrañó con la respuesta de su madre.
-¿Cerveza?-le dijo-¿Desde cuándo bebes tú alcohol?
Su madre la sonrió.
-Es que hoy estoy tan contenta...
Cuando Jonh se giró a Savannah y se fijó bien en ella quedó absorto de su belleza. La sonrió tímidamente.
-¿Y tú qué quieres, preciosa?
La receptora de la pregunta no pudo evitar sonrojarse un poco.
-Sopa de primero y una merluza en salsa de segundo.
-¿Para be...
-Coca-Cola-lo cortó ella.
-Muy bien-dijo Jonh-enseguida llegará su comida.
Cuando el camarero se alejó, su madre dijo a Savannah pícaramente:
-Oye, ¿y esa sonrisa que te ha echado antes Jonh?-puso énfasis en el nombre.
Savannah volvió a sonrojarse.
-¿Qué sonrisa?-aparentó no saber de qué estaba hablando su madre.
-Venga, Savannah, no te hagas la tonta. Esta enamorado de ti.
-¿Ya estamos con lo de siempre? Tomando conclusiones precipitadas. Te he dicho que...
En ese momento llegó  de nuevo Jonh con las bebidas.
-Aquí tienen.
Cuando llegó, Savannah intentó no mirarle a los ojos.
Al irse, levantó de nuevo la vista.
Anne suspiró.
-De acuerdo, no diré nada...

La comida transcurrió tranquila y animada. Brindaron por el nuevo trabajo de Anne y rieron animádamente.
Llegaron cansadas a casa y mientras su madre se echaba una siesta, Savannah decidió probarse la ropa que se había comprado. Todo le quedaba bien excepto una cosa: unos pantalones pitillos que había cogido pequeños y no le entraban. Genial, tendré que ir a devolverlos, pensó.

                                                                            ♥

Al día siguiente, mientras ella y su madre desayunaban Savannah decidió proponerle a su madre volver al centro comercial a devolver los pantalones. Pero su madre dijo que quería terminar de colocar las cosas de la mudanza y limpiar un poco. Por lo que tras ducharse y vestirse, Savannah fue sola al centro comercial.

Aquel día de mediados de principios de julio hacía bastante calor por lo que Savannah cogió el autobús para llegar a la tienda. Una vez allí, descubrió que a pesar de ser bastante temprano seguía habiendo un montón de gente. Estamos en San Francisco, pensaba. Tras encontrar la tienda donde compró los pantalones y descambiarlos por una bonita camiseta que rezaba Fuck distance (Jodida distancia)-con la que, por motivos obvios, se sentía identíficada, decidió ir a tomarse una Coca-Cola a una cafetería.
Tras pedirla y sentarse en una mesa, vio como un chico alto, moreno y de ojos azules se le acercaba. Jonh. El camarero sexy de ayer. Mierda, pensó. Esta vez iba vestido con una camisa a cuadros roja y unos vaqueros.
Jonh se sentó con ella, para desgracia de Savannah que se moría de vergüenza.
-Hola, Savannah-empezó Jonh.
-¿Cómo sabes mi nombre?-le espetó ella.
-Lo dijo tu madre, ya sabes, ayer.
-A sí, es verdad.
Silencio.
-¿Dónde está tu ropa horrible de ayer?-le gruñó ella.
-Jajaja, es horrible, ¿verdad? Tranquila, yo también lo pienso. Me lo hacen poner en el trabajo.
-Pues podrías decirle a tu jefe que la cambie.
-Hablando de ropa. ¿Qué llevas en la bolsa?
-Una camiseta-dijo secamente.
-¿Puedo verla?
Savannah suspiró.
-Hum, no veo por qué no.
Sacó la camiseta y se la tendió a su compañero.
-Jodida distancia... ¿Has comprado esta camiseta por que sí o por un motivo?
-Sé qué es lo que quieres oír y cómo resulta que es cierto me quedo con la segunda opción.
-¿Me lo cuentas?
-Es una larga historia.
-Bueno, quizás otro día-dijo Jonh viendo que a Savannah no le apetecía contarlo.
A Savannah le empezaba a caer bien Jonh. Era gracioso y sensible.
-Qué casualidad habernos encontrado aquí, ¿no? Con lo grande que es esto.
-No es casualidad...

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miércoles, 24 de julio de 2013

Te esperaré. Capítulo 4

Aquella noche a Savannah le costó bastante conciliar el sueño. No dejaba de dar vueltas en la cama pensando en Ben. Lo había llamado poco antes de irse a dormir y le había dicho que se encontraba bien y que ya quería verle. Y Ben le prometió que si tardaba mucho en volver, él mismo sería el que fuera hasta San Francisco a visitarla.
Esa mañana tenía que ir con su madre en busca del famoso editor que publicaría su libro.
Se despertó debido a las cegadoras luces que entraban por la ventana y por el insoportable ruido del tráfico en la calle. Pestañeó varias veces para acostumbrarse a la fuerte luz que ya invadía la habitación y para recordar que se encontraba a muchos cientos de kilómetros de su antigua hogar, de donde quería estar en ese momento.
Miró el reloj: las nueve y media. Se incorporó un poco y se quedó sentada en la cama. Echó un vistazo a la habitación que el día anterior había acabado de decorar y se quedó muy satisfecha. En el escritorio había colocado todo tipo de perfumes, cepillos, maquillaje, cosméticos y demás. Había metido toda la ropa en el armario y había decorada sus puertas con decenas de pósteres de sus grupos preferidos. En la mesilla había colocado una foto de ella y Ben y el libro Los miserables, que su madre le había recomendado leer. Y, por supuesto, ya había escondido el cuaderno de ella y su novio bajo el colchón.

Se levantó y se arrastró al baño para darse una ducha. Se vistió con un conjunto sencillo, se peinó su pelo castaño ondulado y bajó a desayunar.
En la cocina ya se encontraba su madre tomando un café y leyendo el periódico. Mamá leyendo el periódico, ¿cuándo se ha visto eso? - pensó Savannah. También se preguntó si las cosas cambiarían mucho más en aquel lugar.
-Buenos días hija.
-Buenos días mamá.
-Las tazas están en aquella alacena.
Savannah se bajó una y se hizo un Cola-Cao que calentó.
-¿Está muy lejos en sitio al que vamos?-preguntó.
-¡Qué va! ¡Está a un par de manzanas de aquí!

Después de terminar con los últimos arreglos matutinos, se montaron en el coche.
Se bajaron en unos veinte minutos en un edificio con miles de ventanas en cuya azotea descansaba un letrero en el que rezaba ROCAEDITORIAL.
-¡Guau! Mamá, no me habías dicho que iban a publicar tu libro en  Rocaeditorial-exclamó Savannah al bajar del coche.
Su madre suspiró sonriendo.
-A ver si hay suerte.
Se acercaron a la entrada. En la puerta había un pequeño cuarto con un gran cristal con un agujero por el que hablar. Dentro había una mujer más bien mayor y algo gorda que pasaba el rato haciendo una sopa de letras.
-Buenos días-empezó la madre-estamos buscando a Samuel Farr.
La mujer alzó la cabeza y las miró con cara de pocos amigos.
-Bloque 2 piso 4º.
-Muchas gracias-sonrió la mamá.
La mujer del mostrador volvió a centrarse en su sopa de letras.

Llegaron sin mucha dificultad a su destino. Al llegar el ascensor al cuarto piso descubrieron una habitación gigantesca con una treintena de personas yendo de un lugar a otro sosteniendo cientos de papeles y cuadernos.
La madre de Savannah, que se encontraba un poco perdida, llamó a la primera persona que pasó cerca.
-Disculpe-cuando la mujer de unos treinta años, morena y con el pelo recogido en un moño paró en seco, continuó-¿Samuel Farr?
La mujer señaló con la cabeza hacia adelante, donde había un largo pasillo que daba a una puerta blanca.
-Muchas gracias.
La mujer del moño prosigió su camino.
Madre e hija se dirigieron al lugar que la señora había señalado. Pararon ante la puerta. Anne, que así se llamaba la madre de Savannah, se peinó el cabello con las manos antes de llamar a la puerta y preguntar "¿Se puede?".
-Por supuesto-contestó alguien con un tono muy jovial desde dentro.
Cuando ambas entraron se encontraron con un hombre joven, de unos 30 años con el cabello corto y moreno que estaba sentado en una larga mesa al fondo del cuarto. Se levantó a saludar a las recién llegadas.
-¡Hola chicas! Os estaba esperando.
Tendió la mano a la madre y le dio dos besos a Savannah en las mejillas.
-Tú debes ser Anne, te estaba esperando.
-Encantada.
-Y tú-dijo dirigiéndose a la muchacha-eres Savannah, su hija. ¿Me equivoco?
-No, soy yo-contestó Savannah sonriendo.
-Genial-dijo-sentaos, por favor.
Mientras volvía a ocupar el sitio en su mesa, Anne y su hija se sentaron en dos sillones que había enfrente.
-¿Sabes Anne? Estoy deseando publicar tu libro. Quiero que todo el mundo se entere de tu don. Vas a hacer disfrutar a muchas pesonas.
-Gracias.
-A ti.
-Con un poco de suerte, estará puesto a la venta en unos meses.
-¿Ya te ha convencido?
-Por supuesto. Me encantó absolutamente todo de él cuando me lo mandaste por e-mail. Es... es justo lo que el público necesita. Una historia de guerra con amor de por medio. Creo que va a ser un éxito. ¿Has leído Harry Potter?
-Sí, hace unos...
-Pues el doble-tajó Samuel.
Anne sonrió desconcertada.
-Bueno, creo que es muy dificil igualar y ya no digamos superar a Rowling.
-Anne, llevo muchos años en esto y tu historia es una de las mejores que he leído nunca.
-Gracias.
-¿Estás lista para que la gente lea tu libro?
Anne suspiró.
-Claro que sí.

                                                                    

 Savannah y Anne salieron muy contentas de allí. La madre estaba segura de que su sueño de convertirse en escritora empezaba a ver la luz y su hija se alegraba por ella.
Montaron en el coche.
Anne miró a su hija.
-¿Quieres que hagamos algo? Yo invito.

martes, 23 de julio de 2013

Te esperaré. Capítulo 3

Savannah metió su neceser en la maleta y la cerró. Le costó un poco ya que había metido dentro todo su armario, ya que no sabía por cuánto tiempo se iban a ir. También había metido libros, discos de música, fotos y más objetos para pasar el rato.
Estaba a punto de cerrar definitivamente la maleta cuando se acordó de una cosa. Levantó el colchón de su cama que ya estaba sin ropa de cama y sacó de debajo un cuaderno marrón de pasta dura y de un tamaño más bien grande.
Lo abrió e inmediatamente sonrió. Era un cuaderno que ella y Ben habían hecho para acordarse de todos los buenos ratos que habían pasado juntos. Fotos, frases, recuerdos, dibujos y todo tipo de garabatos e imágenes adornaban el interior del libro. A Savannah se le inundó la mente de todos aquellos recuerdos y no pudo evitar derramar alguna lágrima. Lo iba a echar tanto de menos. Tanto tanto...
-Cariño ¿estás bien?
Las palabras de su madre desde la puerta de su cuarto la interrumpieron.
-Sí sí, estoy bien-contestó la chica secándose las lágrimas con las manos disimuladamente.
Metió el cuaderno en la maleta y cerró la maleta finalmente.
-¿Lista?-preguntó la madre.
-Sí; lista.
-Pues vamos; nos espera un largo camino por delante.
Savannah agarró la maleta del asa y bajó las escaleras hasta la puerta de entrada. Su madre ya había salido y se encontraba metiendo el equipaje en el coche.
Antes de salir, la muchacha echó una última mirada a lo que durante 17 años había sido su hogar. En él había pasado muy buenos y malos momentos, pero hasta los malos constituían toda su vida en aquel lugar.
Momentos como la muerte de su padre, la adquisición de su primer perrito, la muerte de éste nueve años después, su primera bici, su primer diente caído, su primer golpe, sus primeros pasos...
Volvió a contener las lágrimas y salió, cerrando la puerta tras de sí.
Tras meter su maleta en el coche su móvil sonó con el pitido que anunciaba un SMS.
Encendió el aparato y leyó:
Ya te echo de menos. Espero que tengas buen viaje y seas muy feliz. Yo te estaré esperando hasta que vuelvas, recuérdalo. Te quiero. Ben.
 Savannah sonrió. Sí, definitivamente lo añoraría mucho. Suspiró, metió el móvil en su bolso y se metió en el asiento del copiloto del coche.  
Su madre, que ya se encontraba allí la miró y le dio un beso. Ella le sonrió. Una vez con el coche en marcha su madre puso la radio. Ya era casi mediodía y el sol de principio de verano entraba radiante por las ventanas del auto. Savannah apoyó su codo en la ventana  y hundió su cabeza entre sus brazos.

                                                                     

                                        ♥

 El viaje fue largo y pesado. Pararon para comer, después hicieron una especie de merienda en unos merenderos que encontraron por el camino con la comida que tenían guardada en la nevera portátil y otra para estirar un poco las piernas. 

-No volveré a cruzar Estados Unidos en coche nunca más-había dicho Savannah.

Cuando llegaron el tráfico era impresionante. Aunque aquello no fue lo que más le impresionó a Savannah; lo que más perpleja le quedó fueron los enormes edificios, las luces, los ruidos, los inmensos restaurante y los parques gigantes. Al ver un McDonald's en cada esquina, a Savannah comenzó entrarlo bastante hambre, pero no se lo dijo a su madre para no distraerla al volante ya que parecía muy perpleja también. Comparando su pequeño pueblo de Carolina del Norte a la ciudad de San Francisco...

Después de una hora deambulando por la ciudad y de pelearse con el mapa de San Francisco, llegaron enfrente de un enorme edificio comunitario en color gris. El color no era muy bonito, pero le confería un aspecto elegante y no era nada feo el sitio. Aparcaron el coche en el garaje comunitario y subieron por el ascensor hasta su piso. Las dos en silencio, pero no era un silencio muy incómodo.

Llegaron a casa exhaustas. Ambas se tiraron del golpe en el sofá rojo que presidía el salón. Cuando hubieron pasado veinte minutos descansando en el sofá, Savannah fue a inspeccionar la casa. El salón no tenía practicamente ningún mueble: el sofa grande rojo, una mesa de centro anticuada y triangular y un mueblo largo a juego con la mesa de centro y la tele plasma encima. Detrás del sofá estaba el comedor, que consistía en una mesa gigante con muchas sillas a su alrededor y-como no-a juego con la mesa de centro y el mueble de la televisión. Deberían haberla comprado todo junto en oferta-pensó Savannah-o quizás es de esas abuelas a las que les gusta quedarse con las pertenencias de sus tatatarabuelas. A la derecha del salón-comedor y no muy lejos se hallaba la cocina, también muy normalita pero que resaltaba mucho por su color naranja chillón en las alacenas. Algo moderno, por lo menos-se dijo Savannah. En frente de la entrada se extendió un largo y estrecho pasillo que conducía una puerta con el baño y a cada lado dos habitaciones inmensas y vacías.

Subiendo las escaleras, Savannah se encontró con una larga y estrecha habitación a un lado, que probablemente su madre usaría de cuarto de la colada, un baño, otra habitación de buen tamaña con una cama, una mesilla, un armario y un escritorio y otra mucho más grande, la principal. Tras inspeccionar bien las dos habitaciones, Savannah se dio cuenta de que la grande debería ser de su madre y la pequeña la suya. No le convencía mucho, pero debía ser así. Le terminó de convencer, eso sí, cuando subió del todo la persiana de la gran ventana y ver que eran puertas acristaladas correderas que daban a una inmensa terraza con vistas de todo San Francisco.

-Pues sí, esta será mi habitación-dijo la muchacha sonriendo.

Sus pensamientos volvieron a ser interrumpidos por su madre:

-¿Qué haces mi amor? Ven, venga, ayúdame a desempaquetar todo esto.

 

 

 

  

lunes, 22 de julio de 2013

Te esperaré. Capítulo 2

Los días pasaron rápido para Savannah, a su pesar. Todos los días quedaba con Ben. Quería aprovechar bien esa semana, esos días, esos minutos que pasaba a su lado. Quería hacerle el hombre más feliz antes de su marcha. Le encantaba pasar tiempo con él. Y sabía que iba a añorarlo mucho.

-¿Has hablado ya con Ben?
Savannah y su madre se encontraban poniendo la mesa del comedor para cenar. Era el último día que pasarían en Carolina del Norte. Habían estado colocando la vajilla y demás en silencio hasta entonces. La madre de Savannah sabía que su hija no quería marcharse y la apreciaba mucho por haberse ofrecido a acompañarla. Pero la veía algo triste. Había pensado muchas veces aquella semana en dejarla allí. Pero cada vez que se lo proponía, la chica se negaba. "No mamá, quiero acompañarte. No insistas" decía.
-Sí sí, ya se lo he dicho-respondió Savanna.
-Y... ¿cómo se lo ha tomado?
-Pues bastante bien, la verdad. Me sorprendió bastante, pero entendió que debo acompañarte. Él mismo me lo ha pedido.
Su madre sonrió.
-Es un gran chico.
Savannah suspiró silenciosamente y esbozó una tímida sonrisa.
-Sí, lo es...
Justo en ese momento sonó la canción Diamonds, tono del teléfono de Savannah, y ésta atravesó todo el salón para recogerlo.
Al ver la sonrisa que su hija dibujó en su cara al ver quién la llamaba, la madre inmediatamente supo que era Ben.
-Hola, cariño.
La llamada no duró más de treinta segundos.
-Jajaja vale, de acuerdo.
Savannah colgó y salió corriendo.
-Mamá me voy. Voy a ver a Ben. No me esperes despierta.
Su madre quedó un poco trastocada.
-Pero, pero... ¿a dónde vas?
Demasiado tarde. Savannah ya había bajado los escalones del porche y se estaba adentrando en la oscura noche.

                                                                    

 Savannah llegó a casa de Ben sudando sofocada. No hizo falta que llamara al timbre, ya que la puerta estaba abierta. Entró resoplando por el esfuerzo y diciendo:
-¡Dios mío, llego corriendo! Estoy...
Enmudeció inmediatamente al ver lo que había a su alrededor.
Todo el vestíbulo se encontraba lleno de velas encendidas y que conferían a la estancia una personalidad muy romántica. Había una decena de jarrones en las baldas y armarios llenos de rosas rojas. 
Ben se encontraba enfrente de ella, sonriendo. Savannah lo miro:
-¿Qué... qué es esto?
-Quería que tuvieras un buen recuerdo antes de irte.
 
 

sábado, 20 de julio de 2013

Te esperaré. Capítulo 1

-Voy a irme.
Las palabras de Savannah inundaron el silencio en el que ella y Ben se encontraban.
Eran las siete de la tarde y ambos se encontraban tumbados en una duna de la playa. Ben tumbado todo lo largo que era y Savannah con su cabeza sobre su torso.
-¿Cómo que te vas? Aún es pronto.
Savannah suspiró.
-No Ben, no me refiero a eso. Digo que me voy. De aquí.
El muchacho se incorporó un poco, sentándose sobre la arena; por lo que Savannah tuvo que quitarse de encima de él. Se miraron a los ojos, uno frente al otro.
Fue Ben el primero en romper de nuevo el silencio.
-A ver... explícate-dijo confuso.
Savannah lo miró profundamente a los ojos. Después, miró hacia el suelo y dio un largo suspiro.
-Mi madre ha encontrado a un editor que quiere publicar su libro. Lleva muchos años escribiéndolo y ya era hora de que lo consiguiera. Está muy contenta.
-Sí sí, eso es genial-afirmó Ben sonriendo.
La chica volvió a agachar la mirada.
-El... problema es que ese editor vive en...-volvió a dar un pequeño suspiro para continuar-San Francisco. Tenemos que viajar hasta allí y quedarnos a vivir un tiempo hasta que a mi madre le publiquen el libro y adquiera el dinero y eso...
Savannah miró a Ben a los ojos. Él la miraba muy serio. Parecía triste, aunque no quisiera demostrarlo.
Ben bajó la mirada y empezó a hacer círculos con su dedo índice en la arena.
-En una semana.
-Ya...
Ben continuaba con la mirada fija en el suelo.
Savannah dijo:
-¿Estás enfadado? ¿Te has enfadado conmigo?
El muchacho no respondía.
-Mira, sé que es complicado, pero mi madre lleva mucho tiempo detrás de esto. Es su sueño y lo ha conseguido. Si voy yo y le digo que nos quedemos, le estropearía el trabajo que tanto le ha costado. Estoy viéndola muy feliz últimamente y no quiero que, por mi culpa, lo deje todo-argumentó la chica.
Ben la miró a los ojos.
-¿Y quién ha dicho que vayas a hacer eso?
Savannah también lo miró.
-¿Cómo?
-Tienes que acompañar a tu madre. No puede ir ella sola. Vas a ir con ella a San Francisco y vas a ver como cumple su querido sueño.
Ben la cogió de las manos.
-Vas a ir.
Savannah hizo un gran esfuerzo por no llorar.
-Pe-pero...-balbuceo confusa.
-Pero nada-la tajó Ben.
Sus manos empezaron a separarse y Ben volvió a tumbarse. Savannah apoyó su cabeza en él y volvieron a quedar en la misma posición de antes.
-¿Y tú?-preguntó Savannah.
-¿Y yo qué?-Ben comenzó a acariciar el liso pelo de su novia-Yo nada. Seguiré aquí y te esperaré. Te esperaré lo que haga falta. Te lo prometo.
-Confío en ti.
-Yo también.
Savannah no sabía exactamete porque había articulado su chico ese “Yo también”. Pensó, que quizá, el dudaba de si en la ida se olvidaría de él, pero no dijo nada. Volvió a reinar el silencio, interrumpido únicamente por las olas chocando contra la orilla.

                                                                                  

Una hora más tarde, ambos se levantaron y se besaron profundamente.
-¿Quedamos mañana?-preguntó Ben.
Savannah estaba absorta contemplando el rostro de su chico, poblado de pecas y con unos ojos color miel que la derretían incontrolablemente cada vez que los miraba.
-Sí, claro. Mañana quedamos.
Volvieron a besarse y se alejaron, cada uno por su lado. 
-Genial, te llamo-Ben alzó un poco la voz para que la escuchara.
-Hasta mañana.
Savannah llegó a su casa enfrente del mar y un poco más a la derecha de dónde había estado con Ben sonriendo y pensando que no podía querer más a su novio.


Te esperaré. Sipnosis

'Cuando el amor es verdadero, no hay ninguna distancia que pueda pararlo'

Savannah Miller es una adolescente de 17 años que debe dejar su pequeño pueblo en Carolina del Norte para acompañar a su madre, escritora, a San Francisco en busca de un editor que publique uno de sus libros y, así, alcanzar su sueño.
En su viaje, deja todo atrás, incluido a su novio Ben Stewart, el mismo que la ha convencido para acompañar a su madre.
Una vez en la gran ciudad, Savannah se da cuenta de que vivir en una localidad tan grande y llena de lujos no está tan mal. Así conoce a un chico que hará lo imposible por conquistarla , Arthur que le parece muy atractivo y encantador pero que esconde un alma perversa.
Cuando Savannah se entera de que Ben sufre un terrible cáncer en el hígado y que está grave en el hospital, deberá tomar la decisión más importante de su vida: abandonar a su madre o socorrer a su novio, dejando también a Arthur.
Una historia de amor verdadero que te enganchará desde el principio.

Las novelas de Mikel. Presentación

¡Hola, lectores!

Me llamo Mikel Etxezárraga y tengo 14 años. Vivo en la ciudad de Cáceres (Extremadura). He creado este blog porque me encanta escribir y leer. Escribo de todo, aunque mi especialidad es la poesía. Claro que no es poesía normal sino que se trata de "canciones". Las escribo y les pongo música ya que toco algunos instrumentos como la guitarra y el piano. Algunas "canciones" han sido publicadas en mi ex-colegio, en mi instituto actual o en algunos periódicos y revistas.

Más cosas que puedo contaros es que me encanta la música. Mis cantantes favoritas son Miley Cyrus, Demi Lovato y Selena Gomez aunque también me gustan artistas españoles como Malú. Sobre Miley ya tengo un blog: yotambiensoysmiler.blogspot.com.es ¡Visítalo si eres Smiler! Y bueno, claro, mi escritor modelo a seguir es Nicholas Sparks.

Bueno, poco más que contar. Espero que disfrutéis leyendo mis novelas. A continuación, escribiré el sipnosis de la la primera.
Buscadme en Twitter (@mik3el) o en Instagram (@mikeletxezarraga).
Un saludo,
Mikel.

'Escapa de la realidad, leyendo'.