viernes, 4 de octubre de 2013

Te esperaré. Capítulo 8

Savannah llegó a casa y le contó a su madre el percance acabado en una posible amistad en la biblioteca. Cuando le comunicó que había decidido hacerse profesora particular de una desconocida, ella temió que su madre se negara como solía hacer, pero fue sorprendida con un:
-¡Qué bien cariño! ¡Es genial! Haces una buena labor. Eres fantástica, mi amor.
-Gracias-respondió una sorprendida Savannah.
-¡Ah, y yo también tengo algo que contarte!
-Tú dirás.
Anne sonrió.
-¡En una semana publican el libro! Acaba de llamar el hombre con el que estuvimos ayer y...
Su hija exalo una exclamación.
-¿De verdad? ¡Es genial! ¿No estás contenta?
-¿Contenta? Dios mío, me siento como una niña con zapatos nuevos. Como tirarte a la piscina helada en invierno, como besar a alguien por primera vez, como...
-Vale, mamá, vale, lo pillo-rió la muchacha divertida.
Ésta no pudo reprimir una pregunta de la que llevaba mucho tiempo queriendo saber UNA determinada respuesta.
Titubeó antes de hacerla:
-Mamá...
-Dime, cielo-dijo mientras se disponía a hacer servir la comida.
-Umm... ¿eso quiere decir que volveremos? A casa, quiero decir...
Tras soltarlo, se quitó un gran peso de encima.
Cruzó los dedos tras la espalda mientras esperaba la respuesta de su madre...
Ella paró en seco de hacer sus tareas.
-Eh, cariño, sé que quieres volver, pero necesito quedarme un tiempo más. No será mucho. Esperar a que publiquen el libro y ver si se vende bien. Ya sabes...
La mujer tuvo que ver la cara de decepción de su hija porque se acerco a ella y dijo mientras la abrazaba:
-Sé que quieres volver. Pero de verdad, mi amor, sólo serán unas semanas. Déjame ver cómo evoluciona todo esto... Además, este sitio está genial.
Savannah suspiró.
-Claro-dijo sonriendo-claro, esperaré un poco más. Total, este ha sido siempre tu sueño.
-Gracias. Venga, vamos a comer.
-Eh... voy un momento a mi cuarto a quitarme los zapatos...
-De acuerdo.
Savannah subió a su habitación y se tendió a llorar en su cama. Dejó que sus lágrimas cayeran por su rostro mientras pensaba en Ben. Se había hecho a la idea de que en cuánto comunicaran a su madre que publicarían el libro, podrían marcharse. Y no fue así. Tendría que esperar más semanas, quizás meses, quizás tendría que matricularse en un instituto en septiembre. Empezar allí la universidad. Más tiempo sufriendo. Sin verle. A él.

El día transcurrió tranquilo. Savannah se quedó leyendo el libro que había cogido por la mañana y pensando en sus clases de mañana. Y en Ben.

                                                      

Como prometió a Vanessa, al día siguiente acudió a la biblioteca a primera hora dejando a su madre acudir a una cita con el editor de su libro para hablar de ello.
Cuando llegó, Vanessa ya se encontraba allí. Estaba sentada en una mesa al fondo de una de las salas, ojeando distraídamente una revista. Llevaba unos vaqueros y una camiseta de manga francesa en color crema y su pelo liso y pelirrojo. Nada más verla, Savannah envidió sus pecas de nuevo. Se sentó enfrente de ella.
-Hola, Vanessa. Ya estoy aquí.
-¡Ah, hola! No te he visto entrar. Ah, bonita camiseta-dijo la joven mirando la camiseta que Savannah había descambiado en el centro comercial.
-Gracias.
-Dime ¿por dónde empezamos?
-Bueno, ¿qué te parece que empecemos ya, con lo básico?
-Umm, por mi bien. Mira, he traído el libro de texto del instituto.
-Genial. Oye, ¿en qué curso estás?
-Primero de bachiller.
-¿Entonces tienes 17...?
-16. ¿Y tú?
-17.
-Umm...
-Bueno, empecemos... déjame el libro.

Así pasaron el resto de la mañana. Savannah realmente se sentía como una auténtica profesora. Explicar las lecciones a Vanessa era sencillo y divertido. De vez en cuándo alguna saltaba con alguna gracia y ambas estallaban en risas, hasta la bibliotecaria tuvo que llamarlas la atención alguna vez. Ambas congeníaban a la perfección y, por fin, Savannah sentía que tenía una nueva amiga.

En una de estas explicaciones, a Savannah le pitó el móvil en señal de SMS. Pensando que sería su madre, que ya habría llegado a casa, se sorprendió viendo que era de Jonh. Leyó:
Hola princesa.
¿Qué te parecería quedar mañana por la noche en la playa a las 10? Unos amigos y yo hemos quedado para ir a una pequeña fiesta. ¿Te apuntas? Espero tu respuesta.
-¿Quién es?
-Eh, nadie-dijo Savannah guardando el teléfono-es un chico que conocí el otro día.
-Uy ¿y cómo se llama?
-Jonh. 
Repentinamente, a Vanessa se le quedó la cara blanca.
-¿Qué te pasa?-le preguntó su amiga.
-¿Jonh? ¿Jonh Adams?
-Pues... no sé cómo se apellida. No me lo digo-se excusó extrañada.
-¿Alto? ¿Moreno? ¿De ojos azules y tez pálida? ¿Trabaja en Rock's God?
-Eh, pues sí.
Vanessa quiso abrir la boca para decir algo, pero se calló.
-¿Qué pasa, Vanessa?
Finalmente, ésta dijo:
-Jonh es mi ex.
Savannah se sorprendió.
-Anda. Que casualidad. ¿Y cúal es el problema?
Ella no dijo nada. De repente, Savannah creyó comprender.
-Oh, ¿no quieres que salga con él? Tranquila, es sólo un amigo. Si quieres dejar de pasar rato con él, sólo...
-No, no, no es eso. Es solo que...
-Habla.
-Desde pequeños, pasábamos el rato en el mismo grupo de amigos. Él siempre pasaba más tiempo conmigo que con lo demás, me decía cosas bonitas, me hacía sentir especial. A mí me enamoró. Y acabamos saliendo juntos hace un par de años. Al principio todo fue bien, pero, al final, descubrí que no es tan bueno como parece... Y rompimos.
-¿A qué te refieres con eso?-dijo una sorprendida y confusa Savannah.
Vanessa, no muy segura, susurró:
-Sólo puedo decirte que tiene un lado oscuro...

Terminaron la lección a las dos y ambas se fueron a casa, quedando en ir lunes, miércoles y viernes a casa de Savannah para las clases. Tras apuntarle su dirección, se despidieron.

Cuando Savannah llegó a casa, se tiró confusa en el sofá pensando en la extrañeza de todo lo que le había dicho su amiga respecto a Jonh.. Podía ser mentira, pero dudaba de que la chica mintiera. Parecía tan dulce su amigo Jonh... ¿Y si Vanessa decía la verdad?
Entonces, Anne llegó.
-Hola, cariño. ¿Qué tal las clases?
-Bien, bien... ¿Y tú dónde andas?
-Con Samuel hablando del libro, que en unos días estará en las tiendas.
-Me alegro mucho.
-¿Quieres cenar?
-Eh, no, no tengo mucha hambre. Me voy a echsubió lasar la siesta...
-Muy bien, cómo quieras, mi amor.
Savannah se arrastró escaleras arriba hacia su habitación mientras mandaba un SMS a Jonh:
Bien, acepto, Jonh. Mañana ven a recogerme a las 9 y media. Un beso.
Tras esto, le escribió la dirección de su casa y le dio a ENVIAR.

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