lunes, 2 de septiembre de 2013

Te esperaré. Capítulo 5

Pasaron el resto de la mañana visitando parques, centros comerciales y tiendas vintages (que a Savannah le privaban). A la hora de comer, a ambas les pareció buena idea buscar un buen restaurante. Tras buscar y buscar por calles repletas de gente, acabaron en uno no muy grande y prácticamente vacío, pero que a Savannah le llamó la atención inmediatamente. El local se llamaba Music's God (El dios de la música) y sus paredes estaban repletas de póster de músicos antiguos o bandas de heavy metal y enormes discos de vinilo firmados de famosos como Bob Dylan, The Beatles o Nirvana. Una de las cosas que más sorprendió notablemente a Savannah fueron las mesas. Eran rojas y en ellas se leían frases como La música es lo que respiro o I <3 Rock & Roll. Las sillas eran grandes y cómodas a juego con las mesas. La barra ocupaba la parte central del local y rodeaba por todos lados una gran columna en el centro. Tan solo había cuatro personas en el restaurante: un hombre en una mesa en una esquina leyendo el periódico, otro señor repleto de tatuajes y cadenas sentado en la barra y bebiendo lo que parecía ron y una pareja acaramelada en una de las mesas frente a una ventana. Inmediátamente después de ver a la pareja de enamorados, Savannah recordó las veces que había pasado así las tardes con Ben. Y quería repetirlas.
Su madre y ella se sentaron a una mesa cerca de otro gran ventanal que daba a la calle y esperó a que el camarero les atendiera. Un hombre joven vestido mayoritariamente de negro se acercó a ellas sosteniendo una libreta. Cuando estuvo junto a ella, Savannah se fijó en lo atractivo que le resultaba. Tenía el pelo negro como el azabache y revuelto a excepción del flequillo que tapaba su frente. Claramente, lo que más atrajo a la chica fueron sus ojos, de un impresionante e intenso azul claro. Pudo ver gracias a una chapa en su traje que se llamaba Jonh.
Éste que no apartaba los ojos de la libreta dijo con una grave pero, a la vez, agradable voz:
-¿Qué quieren tomar?
-Creo que yo tomaré una ensalada mixta de primero-empezó Anne mirando la carta (en la que, cómo no, aparecía la cara de Kurt Cobain)-y un filete de salmón de segundo.
-¿Para beber?
-Pónme una cerveza.
Savannah se extrañó con la respuesta de su madre.
-¿Cerveza?-le dijo-¿Desde cuándo bebes tú alcohol?
Su madre la sonrió.
-Es que hoy estoy tan contenta...
Cuando Jonh se giró a Savannah y se fijó bien en ella quedó absorto de su belleza. La sonrió tímidamente.
-¿Y tú qué quieres, preciosa?
La receptora de la pregunta no pudo evitar sonrojarse un poco.
-Sopa de primero y una merluza en salsa de segundo.
-¿Para be...
-Coca-Cola-lo cortó ella.
-Muy bien-dijo Jonh-enseguida llegará su comida.
Cuando el camarero se alejó, su madre dijo a Savannah pícaramente:
-Oye, ¿y esa sonrisa que te ha echado antes Jonh?-puso énfasis en el nombre.
Savannah volvió a sonrojarse.
-¿Qué sonrisa?-aparentó no saber de qué estaba hablando su madre.
-Venga, Savannah, no te hagas la tonta. Esta enamorado de ti.
-¿Ya estamos con lo de siempre? Tomando conclusiones precipitadas. Te he dicho que...
En ese momento llegó  de nuevo Jonh con las bebidas.
-Aquí tienen.
Cuando llegó, Savannah intentó no mirarle a los ojos.
Al irse, levantó de nuevo la vista.
Anne suspiró.
-De acuerdo, no diré nada...

La comida transcurrió tranquila y animada. Brindaron por el nuevo trabajo de Anne y rieron animádamente.
Llegaron cansadas a casa y mientras su madre se echaba una siesta, Savannah decidió probarse la ropa que se había comprado. Todo le quedaba bien excepto una cosa: unos pantalones pitillos que había cogido pequeños y no le entraban. Genial, tendré que ir a devolverlos, pensó.

                                                                            ♥

Al día siguiente, mientras ella y su madre desayunaban Savannah decidió proponerle a su madre volver al centro comercial a devolver los pantalones. Pero su madre dijo que quería terminar de colocar las cosas de la mudanza y limpiar un poco. Por lo que tras ducharse y vestirse, Savannah fue sola al centro comercial.

Aquel día de mediados de principios de julio hacía bastante calor por lo que Savannah cogió el autobús para llegar a la tienda. Una vez allí, descubrió que a pesar de ser bastante temprano seguía habiendo un montón de gente. Estamos en San Francisco, pensaba. Tras encontrar la tienda donde compró los pantalones y descambiarlos por una bonita camiseta que rezaba Fuck distance (Jodida distancia)-con la que, por motivos obvios, se sentía identíficada, decidió ir a tomarse una Coca-Cola a una cafetería.
Tras pedirla y sentarse en una mesa, vio como un chico alto, moreno y de ojos azules se le acercaba. Jonh. El camarero sexy de ayer. Mierda, pensó. Esta vez iba vestido con una camisa a cuadros roja y unos vaqueros.
Jonh se sentó con ella, para desgracia de Savannah que se moría de vergüenza.
-Hola, Savannah-empezó Jonh.
-¿Cómo sabes mi nombre?-le espetó ella.
-Lo dijo tu madre, ya sabes, ayer.
-A sí, es verdad.
Silencio.
-¿Dónde está tu ropa horrible de ayer?-le gruñó ella.
-Jajaja, es horrible, ¿verdad? Tranquila, yo también lo pienso. Me lo hacen poner en el trabajo.
-Pues podrías decirle a tu jefe que la cambie.
-Hablando de ropa. ¿Qué llevas en la bolsa?
-Una camiseta-dijo secamente.
-¿Puedo verla?
Savannah suspiró.
-Hum, no veo por qué no.
Sacó la camiseta y se la tendió a su compañero.
-Jodida distancia... ¿Has comprado esta camiseta por que sí o por un motivo?
-Sé qué es lo que quieres oír y cómo resulta que es cierto me quedo con la segunda opción.
-¿Me lo cuentas?
-Es una larga historia.
-Bueno, quizás otro día-dijo Jonh viendo que a Savannah no le apetecía contarlo.
A Savannah le empezaba a caer bien Jonh. Era gracioso y sensible.
-Qué casualidad habernos encontrado aquí, ¿no? Con lo grande que es esto.
-No es casualidad...

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